viernes, 20 de marzo de 2009

El kirchnerismo respira un clima de batalla final

Por Mariano Spezzapria

Encerrado sobre sí mismo, convencido de que cada vez son más los sectores interesados en que le vaya mal al Gobierno, el kirchnerismo comenzó a respirar en las últimas semanas un enviciado aire de batalla final, que ubica al 28 de junio como una fecha bisagra para la continuidad de su proyecto político.

El pulso de ese clima alterado lo marca Néstor Kirchner, quien ha decidido ponerse al frente de la cruzada con una candidatura a diputado nacional por Buenos Aires, en una apuesta a todo o nada que tiene ciertas características épicas, tal vez con afán de movilizar al peronismo en torno a su figura.
Sólo en ese contexto puede entenderse que el piquetero K Emilio Pérsico haya asegurado que habría que dejar el Gobierno en manos de Julio Cobos en caso de que el oficialismo caiga derrotado en las urnas, por más que luego tuviera que desdecirse ante la sensación de vacío y angustia que provocó su exabrupto.
Queda claro, en todo caso, que Kirchner juega fuerte: como cuando hizo llamar a cada uno de los diputados para decirles que Cristina renunciaría a la Presidencia en caso de que la Cámara baja votara en contra de la resolución 125 que fijó las retenciones móviles.
Los llamados dejaron espantados a los diputados, especialmente a los aliados del matrimonio, algunos de los cuales igual votaron contra la 125. Luego el Senado se encargaría de materializar todos los fantasmas kirchneristas y esa misma madrugada en Olivos hubo otra amenaza de renuncia.
Por cierto que finalmente no se concretó, pero hubo funcionarios como el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández que hasta llegó a hacer gestiones para que alguna figura internacional convenciera a Kirchner de la necesidad de que Cristina siguiera en el poder.
La historia parece repetirse, pero ahora enmarcada en el comienzo de la adelantada campaña electoral: la idea de que una victoria de la oposición el 28 de junio dejaría al Gobierno muy debilitado y que en ese caso sería mejor dar un paso al costado.
Pero ese mensaje, que en el kirchnerismo ya circulaba aunque sólo lo hizo público el desprevenido Pérsico, tendría al menos dos motivaciones: para adentro, advertir a la propia tropa que debe poner toda la carne al asador; para afuera, condicionar de antemano a un electorado que aún no enfocó la cuestión electoral.

TEMAS CANDENTES. Tanto nerviosismo se entiende, en algún punto, por la persistencia de temas centrales de la agenda política y económica que no puede resolver y que no podría resolver al menos en el corto plazo, como lo son el conflicto con el campo y la dinámica de la inseguridad.
Pero también resulta evidente que, tanto respecto del conflicto chacarero como sobre la inseguridad, hay sectores manifiestamente interesados en que el Gobierno no pueda enderezar la situación.
Por eso el Gobierno dio ayer otro golpe de timón cuando decidió abruptamente coparticipar el 30 % de lo producido por las retenciones a la soja —unos 6.500 millones de pesos— para quitarle a la Mesa de Enlace una de sus principales banderas.
La determinación —sólo conocida por la Presidenta y su marido, pero no por los ministros, que lucían desorientados— se hizo pública pocas horas después de que la oposición no lograra reunir el quórum necesario en Diputados para modificar las retenciones.
Con seguridad, la medida no caerá bien entre los productores que se autoconvocan en las rutas, donde podría dispararse nuevamente el conflicto del sector. Ese conflicto podría ser potenciado, además, por la pelea que mantiene el Gobierno con un sector de la prensa.
Esa disputa se hizo evidente tras la presentación, por parte del Gobierno, del anteproyecto de Ley de Radiodifusión, en medio de duras críticas del kirchnerismo a los medios.
Tampoco lleva el Gobierno las de ganar con la problemática de la inseguridad, pero en este plano también se tornan evidentes las especulaciones políticas. Se vio con claridad en el acto de la Plaza de Mayo y muy posiblemente se vuelva a escuchar en los próximos días el sonido de las cacerolas.
No se está gestando así un clima propicio para una campaña electoral, en un país cuya economía no está como para tirar manteca al techo.

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